1988. Buenos Aires. El protagonista, una persona ingenua, con pocas luces, despierta un día para descubrir que se encuentra solo en la Ciudad. Espacios vacios, construcciones en ruinas, calles desoladas… ninguna voz…
Intenta escapar pero la Capital parece rodeada por una barrera de fuego y niebla inexpugnable.
Pronto se revela que está habitada por seres imaginarios de la más extraña condición; el tiempo permanece detenido en un otoño perpetuo, mientras que el cielo, obscurecido por obstinadas nubes de tormenta, apenas deja entrever un sol frágil y enfermizo.
Nada parece tener sentido hasta que descubre la existencia de un extraño personaje al que llaman “El Descifrante”. Tal vez humano, quizá un dios, desapareció de la Ciudad conociendo la verdad de su misterio.
Para mayores complicaciones, nuestro protagonista descubre que antes de partir dejó un mensaje específicamente dirigido a él:
“Estimado Amigo: Los Astros le han designado como aquel que libertará nuestra Ciudad de la distorsión temporal que padece. Y para ello, necesita encontrar un objeto llamado “La Piedra Química”. Saturno, quien ha regido su vida con la melancolía, le ha dotado de las cualidades necesarias para llevar a cabo la misión… usted y La Ciudad son una misma cosa”