Monstruos

 

La Centella

El folclore argentino parece equiparar la Centella con otro ser mítico llamado “la luz mala”. Ambos son descriptos como una luz que se desplaza al ras del suelo, a veces a mayores alturas, con la capacidad de hacer daño, sobre todo al ganado. Juan Huesis considera que “la luz mala” y la Centella son la misma entidad, incluyéndolas en el apartado de los monstruos. La define como “una agrupación consciente y viva de los resplandores desprendidos por la materia en transformación… fragmentos embrionarios de la Lumen Naturae, la quinta esencia de los cuatro elementos”.            Aunque en la novela parece adquirir las características de un demonio, Huesis destaca que es un ser benigno, una criatura que tienta a los valientes solo para fortalecerlos. Su aspecto, según Huesis, difiere del mencionado en los relatos folclóricos, describiéndola más parecida al Cuco (ver sección correspondiente).

El Cuco

En el folclore argentino es un personaje indefinido al que se alude popularmente para asustar a los niños.  Juan Huesis incluye este ser en el sexto apartado  de su obra por considerarlo un monstruo.  Sin embargo, su descripción es confusa.  Al principio es descripto como una criatura engendrada por la combinación de elementales terrosos, acuosos y  aéreos, más adelante dice que resulta “de la fermentación provocada sobre algunas substancias en transformación” para finalmente considerarlo una materialización de “… la culpa y el remordimiento… pudiendo generarse luego de incurrir en un pecado o al tiempo de finalizar algún proceso mal hecho…”.

Según parece no tiene forma precisa ya que, por regla general, adopta el aspecto que más conviene a la situación. Es habitual que su apariencia esté relacionada de alguna manera con la personalidad del individuo que provoca su aparición. Aun así, Huesis considera que es más frecuente encontrarle en forma  humanoide,  “vistiendo harapos con olor a rancio  y un nebuloso capirote”.

Terrosilfoide

Es una criatura de consistencia indecisa, ocasionalmente sólido, la mayoría de las veces  etérea. Suelen trasladarse dentro de ciertas envolturas vaporosas que crean a partir del hollín por medio de procesos rotativos. Huesis considera que se trata de una cruza entre silfo y pigmaci, por eso los incluye en el apartado de los monstruos. Presenta un aspecto humanoide, de piel transparente, casi cristalina y el rostro semejante al de los hombres, aunque muy alargado. Sus movimientos son rápidos mientras presentan el estado gaseoso, pero se tornan lentos y pesados cuando coagulan en forma física.  Al ser híbridos no pueden reproducirse. Se desconocen sus costumbres.

Onirófago

Según Huesis “Es un organismo pluriespiritual formado por la asociación de silfos y errantes. El beneficio de la unión es mutuo, ya que los errantes otorgan la consistencia y los silfos la movilidad. Los onirófagos son muy resistentes, pudiéndose adaptar a cualquier ambiente. Comúnmente son oscuros. Se multiplican al fragmentarse en pedazos más pequeños. Su alimento es la vitalidad de otros seres”. Incluido en el apartado de los monstruos, esta es la única información que proporciona el autor. En el capítulo 6, el loco Manrique parece tener la clave para enfrentarle.

Demonoraptor

Es una raza mercenaria, híbrida, originada a partir de la cruza entre demonios, duendes pelíverdes y silfides de jerarquía inferior. Por esa razón, Huesis los incluye en el apartado de los “monstruos”. Suelen moverse en grupos de cinco o seis individuos, a veces más, ya que son gregarios. Tienen una estatura muy elevada, con patas largas, multiarticuladas, adaptadas a la capacidad de saltar y moverse con rapidez, similares a las que tienen las langostas y los saltamontes. Poseen la piel áspera como una lija, de color marrón y suelen utilizar un gorro en forma de pimiento. La cabeza es alargada, con rasgos que recuerdan a los monos.  Cuando se mueven, emiten un sonido semejante al ruido de las espadas cuando cortan el aire. Sus cuerpos desprenden un olor putrefacto, según Huesis, porque “están asociados a la fermentación de algunas substancias espirituales en transformación”. El autor también les define como “carentes de maldad o benignidad, ya que no entienden de ética o moral”. Son migratorios, por lo cual, no se les puede adscribir un elemento de la naturaleza preciso. Sin embargo, ateniéndonos a sus orígenes genéticos, podríamos deducir que tienen bastante relación con el aire y el fuego.

Alégoro

Se trata de un monstruo que pueden mutar según las circunstancias, así que, debido a ello, es imposible saber cuál es su forma original y descripción. A simple vista, cualquier elemental podría ser un alégoro. La única manera de identificarlos, según Huesis, es pronunciando el nombre de la especie al revés, es decir, diciendo en voz alta la palabra “orogela”. Al escucharla, un alégoro cambia automáticamente de forma. Cambian tanto y tan a menudo, que no se puede saber que costumbres y forma de organización poseen. Es probable que existan machos y hembras.