La urbe es un ente vivo cuya configuración anímica es  el resultado de la interacción entre diferentes fuerzas sociales, culturales, económicas y políticas que se combinan para crear un entorno único y diverso. Al igual que un cuerpo humano, la ciudad tiene sus propias características y personalidad. Es  probablemente, un reflejo de las personas que la habitan.

La ciudad como cuerpo

Al igual que un cuerpo humano, la ciudad tiene diferentes partes interrelacionadas. Las calles, edificios, plazas y parques, además las personas que la habitan,  configuran una red compleja de conexiones similares a las de un cuerpo. Al igual que en un cuerpo humano, cada parte cumple una función específica y todas las partes juntas trabajan para mantener la vitalidad de la ciudad.

En la novela, Ciudad y protagonista son una misma entidad, siendo una un reflejo del otro. Los elementales que habitan la Buenos Aires de El Descifrante, vinculados a los cuatro elementos, no son otra cosa que un retrato fragmentado de la personalidad del propio héroe. La novela solo tiene un personaje: el protagonista, manifestado a través de múltiples personajes secundarios. Esta es la principal clave del relato.

La urbe como escenario

La urbe se convierte en un cuerpo de expresión, en un escenario donde la manifestación de sus habitantes, con sus comportamientos  y costumbres, las calles y sus nombres, los números de las casas, los parques y su forma geométrica, todos estos elementos se convierten en representaciones que simbolizan aspectos del protagonista.

De esta manera, la ciudad aparece como un medio para comprender la complejidad y riqueza del personaje, una forma de explorar su identidad,  historia personal y las contradicciones interiores. La exploración de la ciudad a través de la expresión creativa puede ser una forma de comprender su complejidad y su riqueza cultural.